miércoles, 1 de septiembre de 2010

UNA PRECURSORA ARGENTINA DEL NIVEL INICIAL: ROSARIO VERA PEÑALOZA


El 28 de mayo de 1950, a los 77 años, falleció Rosario Vera Peñaloza, destacada educadora que fue declarada por sus seguidores como "La Maestra de la Patria". En homenaje a ella, la fecha de su fallecimiento fue perpetuada como "Día de la Maestra Jardinera" y "Día de los Jardines de Infantes".
Rosario Vera Peñaloza nació el 25 de diciembre de 1873 en el pueblo de Atiles, departamento Rivadavia, La Rioja. Dedicó su vida a la enseñanza. Fundó el primer jardín de infantes argentino. El Consejo Nacional de Educación le encargó la formación del Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria, hoy Complejo Museológico del Instituto Félix Bernasconi. Luego de una admirable trayectoria, llegó a Inspectora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial. Falleció el 28 de mayo de 1950. Esa es la fecha que se toma, precisamente, para conmemorar, en su honor, el "Día de la Maestra Jardinera" y el "Día de los Jardines de Infantes" .
Su vida
Nació en Atiles, en el Valle de Malazán, provincia de La Rioja, el 25 de diciembre de 1873. Hija de Eloy Vera y Mercedes Peñaloza. Quedó huérfana siendo muy niña y fue su tía materna y madre de crianza quien le enseñó las primeras letras. Culminó sus estudios primarios en la provincia de San Juan. En 1884 regresó a su tierra natal, ingresó a la Escuela Normal de La Rioja. Tenía 15 años cuando llegó a la escuela la noticia del la muerte de Sarmiento.
En 1892 se dirigió a la ciudad de Paraná: allí fue alumna de Sara C. De Eccleston, en la Escuela Normal de Paraná. Estudió el profesorado y, en 1894, obtuvo el título Superior de Enseñanza.
En 1900 fundó el Jardín de Infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja, el primero de una larga serie que se jalonaría en la ciudades de Córdoba, Buenos Aires y Paraná, abocándose al estudio de planes y programas de educación preescolar.
En 1906 fue nombrada vicedirectora de la Escuela Normal de La Rioja y al año siguiente ocupó el mismo cargo en la Escuela Provincial "Alberdi" de Córdoba.
En Buenos Aires fue directora de la Escuela Normal N° 1 "Roque Sáenz Peña" entre 1912 y 1917. Con suma sencillez y modestia, sustituía al profesor que faltaba y más de una vez a los especialistas en Ciencias o Letras, con la ventaja de desempeñarse siempre como eximia pedagoga. Cuando tomó la dirección, la escuela tenía una matrícula de 227 alumnas, el Normal y 300 en el Curso de Aplicación. Cuando dejó el cargo, la escuela contaba con más de 1.500 alumnas.
Desde el inicio de su carrera, tuvo un sueño que se concretó en 1931. El Museo Argentino en el Instituto Félix Bernasconi. La idea del museo se basaba en la teoría pedagógica de Joaquín V. González, la geografía como base de toda enseñanza que, si bien fue bastante resistida por sus pares, fue el motor que generó la creación del museo. A él le dedicó 17 años de su vida en forma gratuita. Estableció una correlación de materias y de temas. Rosario Vera agregó a las salas del Museo elementos regionales como preparación de dulces, trenzados, danzas folclóricas, instrumentos musicales autóctonos. Creó también la cátedra de estudios folklóricos en la que los maestros aprendían a conocer y utilizar elementos del acervo nativo para mantener el carácter nacional en un país con tanta inmigración.
Entre su reducida obra escrita se encuentran: "El hombre que rehusó el Olimpo"; "Los hijos del sol"; "Historia de la Tierra"; "Un viaje accidentado"; "Cuentos y Poemas" y "Pensamientos breves sobre juegos educativos".
El avance del nivel Inicial en Argentina se debió al impulso dado por la Asociación Pro-difusión del Kindergarten encabezada por R. V Peñalosa, acompañada por Custodia Zuloaga y otras. A este grupo de maestras pertenece el texto "El kindergarten en la Argentina, didáctica froebeliana", en donde se perfila la planificación didáctica y la normativa vigente, en esa época, anterior a la organización de la formación de la maestra jardinera. Para Rosario Vera Peñaloza, el juego en el jardín de infantes adquiere un valor de estrategia casi excluyente y lo confirma cuando dice : " ... es así como trabajamos aunque parezca que jugamos ". Se brindó generosamente para dictar cursos para jardineras, que más tarde tuvieron reconocimiento oficial.
Rosario Vera Peñaloza no sólo fue difusora de los principios de Froebel y Montessori, sino que se dedicó a estudiarlos, compararlos y adaptarlos a la realidad argentina. Logró ensamblar la rigidez montessoriana con el excesivo simbolismo froebeliano; es decir, que adecuó el material didáctico realizándolo con desechos para que estuvieran al alcance de toda la población; recomendaba la observación de la naturaleza y el aprovechamiento de los variados e innumerables materiales que proporciona. Con algodón, paja, lana, piedras o arena podían, las maestras, permitirse una mayor creatividad con bases científicas, nada librado a la improvisación.
Su visión del kindergarten
Como lo hacen notar recurrentemente quienes retoman los hechos salientes de su vida y obra, “salvo en la faz eminentemente práctica de sus concepciones acerca del kindergarten, es escasa la fundamentación teórica que (al menos en su obra édita) nos ha dejado” (prólogo del Director Gral. Mario Quiroga Luco en Vera Peñaloza, 1966), y pocas sus publicaciones en comparación con las dimensiones de su producción intelectual y el desarrollo de las ideas que se observa en sus diseños didácticos, especialmente en el museo “Juan B. Terán”
Sin embargo, sí ha dejado un registro que llega a reconocerse como recurrencia y regularidad enunciativa respecto de sus reservas ante las nuevas ideas pedagógicas. Rosario fue dueña de una sospecha casi foucaultiana frente al modo en que debía entenderse la “reforma” de la escuela. Decía ella: “Podemos decir del progreso en nuestro país lo que se ha dicho de la libertad: ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!. Todo lo que ha venido con este rubro ha sido aceptado sin examen, sin adaptación (...)”(Vera Peñaloza,1920:6)
Criticaba a los reformistas su encandilamiento frente a lo nuevo, frente a un progreso irreflexivo y preso de la moda, ante lo que ella enfrentaba una conceptualización del método de la que acusaba a las nuevas propuestas de carecer.
“He aquí dos términos que los transformistas desechan: organización, en el sentido de plan ordenado, y método; pero que los reformadores que han ido por la vía práctica, dejan estable; así Decroly, por ejemplo: las materias de estudio, no han desaparecido de su programa de acción. Su ensayo lleva el nombre de método Decroly, y así otros. Hay también en el Plan González [en referencia a Joaquín V. González], organización y método.” (Vera Peñaloza, 1966)
Sin embargo, en otras ocasiones, su oposición al progreso mostraba la faceta más pasional, y era partícipe de una oposición netamente ideológica: “el estupor y hasta la indignación que hemos sentido muchos maestros cuando hemos oído afirmar que la escuela mutilaba las inteligencias, anulaba la personalidad, formaba seres amorfos (...) con cabezas rellenas de paja o aserrín (...). Yo, como muchos, he palpado mi cabeza para ver si se fue, con el transcurso del tiempo, todo el aserrín que la llenaba; (...) no es de extrañar que para los que tienen tales convicciones no quedase más remedio que la transformación total de la escuela con la destrucción de cuanto llevamos hecho (...)”(Ibíd.). En otra conferencia afirma que “ante el panorama de la vieja y nueva escuela, pitado por algunos reformadores, los maestros se sienten desorientados y hasta con justo temor de avanzar por caminos que nuestra cultura y nuestros valores tradicionales rechazan”. (Ibíd.). Es decir: hay en Rosario una activa participación en una discusión intelectual que se dirime en la arena del pensamiento científico, y a la vez una enardecida posición de defensa ante una amenaza encarnada en el progreso y las ideas de la reforma escolanovista, que especialmente en el jardín de infantes constituyeron un fuerte signo de identidad.
Sus conclusiones finalizando un artículo pedagógico que reúne sus ideas acerca del progreso y la reforma reúnen ambas dimensiones de su posición:
1) es necesario reformar la escuela para “actualizarla”;
2) la doctrina espiritualista (en fuerte referencia al espíritu nacional) debe sustentar esa reforma;
3) la espiritualidad no excluye lo práctico; y
4) la reforma ha de tener por base la obra de la civilización amasada por los siglos (Ibíd.)

En lo específicamente referido al jardín de infantes, Rosario aplica sólo algunos de estos preceptos, con tibieza en lo que se relaciona con el nacionalismo y abrevando a puntos en los que coincidirá con sus colegas de entonces: el lugar asignado a la espontaneidad y la disposición natural del niño para el juego como motor y punto de partida del trabajo pedagógico, la fuerte presencia de una psicología del desarrollo, la legitimación de la educación infantil por contraste y aproximación a la escuela primaria, etc. Dice ella: “En el ambiente del juego se desarrollan todas las actividades. Es una escuela de libertad, de espontaneidad provocada por más de mil recursos, para descubrir las tendencias innatas a fin de encauzarlas como convenga a las necesidades individuales. Es la característica que muchos reformadores quieren darle a la escuela primaria.” (Ibíd.)
El jardín es para todos los niños y niñas, ricos y pobres. En ese sentido, retoma un ideal pansófico comeniano. Y aunque ella se enfrenta a una infancia muy diferente de la del pedagogo moravo alude, como todos al referirse al “jardín”, metáforas de la naturaleza: “(...) ha de atenderse conjuntamente al desenvolvimiento de todas las manifestaciones de su individualidad, destruyendo los gérmenes malsanos y vigorizando, en toda forma, la pequeña planta humana, de cuyo buen crecimiento depende la felicidad individual y colectiva”. (Ibíd.)
Cree, y creeremos luego todos tras ella, que el jardín tiene una misión trascendente, basada en la etapa trascendente que es la temprana infancia: “Si los mayores tuvieran en cuenta la responsabilidad que pesa sobre ellos cuando están frente a un niño, cuántas veces modificarían sus actos” (Ibíd.).
Y se afirma en la tensión fundante entre el carácter disciplinante del espíritu de la escolarización, aún en este nivel, y sus rasgos de libertad: “Tienen especial necesidad de tal preparación [la que ofrece el KG] los niños activos, traviesos, para equilibrar poderes, socializarlos y formarles espíritu de trabajo”. “En este segundo hogar encuentra el niño luces para encaminar su inteligencia hacia los futuros conocimientos”. (Ibíd.)

Bibliografía
Herrera Ocampo, M.: Rosario Vera Peñaloza, su vida y su obra, Buenos Aires: Mayo edit., 1955
Salotti, M.: Conferencia pronunciada el 28/5/1951 en homenaje a R.V.P. y editada por la imprenta Della Torre, el mismo año.



2 comentarios:

  1. Grupo:

    Borja Tatiana
    Latorre Emilse
    Reyes Mariana
    Sumbaine Lilian

    Comentario:

    video: http://www.youtube.com/watch?v=yP89KqyYTZI&feature=related
    Consideramos que la intervencion docente es muy importante cuando hablamos del jardin maternal porque estamos tratando con niños pequeños.
    cabe destacar tambien la importancia de el roll docente en cuanto a ala atencion individualizada de cada uno de los niños y de manera afectiva y calida, el jardin maternal se caracteriza por la capacidad del docente para crear un ambiente armonico para promover el bienestar y la seguridad de los niños y esto además dará paso a la socialización y comunicación.
    El docente toma en cuenta las capacidades del niño para luego proponer juegos, actividades y modos de exploracion que favorescan las capacidades del niño,las experiencias que se le brinden al niño deben servir de aprendizaje por lo tanto la atención que se le de tambien debe dar oportunidad de aprendizajes y por consiguiente el docente debe disfrutar de lo que está haciendo.

    ResponderEliminar